Los principios que establecieron la base de la interfaz moderna, tan válidos hoy como hace 30 años.
La usabilidad, como toda ciencia, se basa en unas reglas y principios que influyen en el éxito de la relación entre una persona y un dispositivo. De su diseño depende que seamos felices en nuestro trabajo, poder sacar dinero de un cajero automático o incluso nuestra vida. Que se lo digan a los desafortunados pasajeros del avión civil que derribó el USS Vincennes por culpa del mal diseño de su interfaz de radar.
Cuando Apple lanzó su primer iPad, afirmaban tajantes: “Ya sabes utilizarlo”. Para un producto novedoso como fue el ipad allá por el 2010 asegurar que los usuarios ya sabían utilizarlo aún antes de comprarlo resultaba arriesgado, pero también cierto. ¿Tienen en Apple una bola de cristal? No, sencillamente conocen y saben aplicar con gran habilidad los principios más fundamentales de la relación interfaz / personas.
Los 8 principios de usabilidad de Ben Shneiderman
Ben Shneiderman es uno de esas personas que hicieron de la tecnología lo que es hoy. Es un profesional de los tiempos en los que analizaban con auténtico rigor científico los cómos y porques de los procesos interactivos. Entre su obra, encontramos sus 8 reglas de oro del diseño de interfaces. En este primer post, voy a tratar de resumir los 4 primeros y más adelante veremos el resto.
1 Busca la consistencia
Secuencias coherentes de acciones deben ser necesarias en situaciones similares.
Las personas funcionamos por costumbres. Un conductor habitual puede cambiar de modelo de coche y sabrá utilizarlo de forma casi inmediata, ya que todos los coches se conducen de forma similar y esperamos de ellos un funcionamiento siempre semejante. Es decir, el flujo de uso sigue unos patrones. Microsoft estableció otro patrón con su famosa aspa para cerrar una ventana (previamente una flecha), utilizada desde 1995.
Un buen software debe presentar una estructura de comandos, pantallas, menús y terminología coherente al margen de la situación.
Una interfaz no vive aislada, por lo que la consistencia debe ser coherente con el propio entorno. Es nuestra misión conocer el entorno de los usuarios, el tipo de aplicación, la plataforma y las costumbres regionales.
2. Permite a los usuarios frecuentes utilizar atajos
Mientras la frecuencia de uso aumenta, lo hace por igual el deseo del usuario de reducir el número de interacciones y aumentar el ritmo del uso. Abreviaciones, teclas de función, comandos ocultos, y macros son imprescindibles para el usuario experto.
En Adobe conocen este principio a la perfección. En su solución Photoshop facilitan un catálogo enorme de combinaciones de teclado para que usuarios avanzados puedan trabajar mucho más rápido. También incluye un generador de acciones que permite personalizar flujos de tareas programarlas de forma automática. Ahorrando en ocasiones cientos de horas de trabajo manual y repetitivo.
Concepto de slide por Álvaro Carreras. Un usuario avanzado no necesita hacer tap en el botón de menú, ya sabe que con un gesto del dedo es posible desplegarlo.
3. Ofrece respuestas a las acciones
Para cada acción del operador, debe haber una respuesta del sistema. Para acciones frecuentes y menores la respuesta debe ser modesta, mientras que para acciones raras y de peso, la respuesta debe ser sustancial.
Ahora que la nube es una realidad, este punto debe ser tratado con especial cuidado ya que los tiempos de repuesta del software han aumentado ligeramente. Y seguirá siendo así por unos años. Cualquier acción cuya reacción tarde más de un segundo, debe ofrecer una información en relación a la espera.
En este sentido, Jochen Wolters lista los siguientes tiempos de reacción:
- Menos de 0,1 segundos: Experiencia de causa – efecto. Click de ratón, teclear…
- 1 segundo: Juego de turnos. Abrir una ventana, un fichero pequeño, enviar una petición.
- 10 segundos: Aunque en internet se habla de la regla de los 6 segundos. Es el tiempo medio de atención de una persona. Si existen acciones que requieren este tiempo, es necesario incluir una barra de progreso, o un texto informando de las acciones que está llevando a cabo el software.
Este tipo de respuestas puede ser también la modificación del cursor del ratón, mensajes de confirmación a nuestras acciones y modificaciones de la interfaz cuando por ejemplo, tenemos seleccionado un filtro.
La app Covert, de @CreativeDash muestra una elegante animación cuando refrescamos nuestra bandeja de entrada. Indicando que la petición de refresco se está llevando a cabo.
4. Diseña acciones secuenciales
Una interfaz no es excepción en la estructuración de contenidos mediante presentación, nudo y desenlace. Las secuencias de acciones deben organizarse en grupos coherentes bajo este principio.
El feedback obtenido tras la realización de un conjunto de acciones da a los usuarios la satisfacción de haber cumplido, una sensación de alivio y una indicación de que el camino está libre para prepararse para el siguiente paso.
Cuidado, porque las personas podemos asumir un determinado número de pasos. Si creamos un proceso de 25 pasos el usuario perderá de vista donde empezó y la agrupación se convierte en enemigo. Los procesos se deben dividir entonces en subgrupos más pequeños.

MailChimp resume en 5 pasos la creación y envío de un email. No sólo eso, nos felicita tras haber realizado el proceso, fortaleciendo la sensación de éxito y potenciando la marca.
Incluso la vilipendiada web de renfe (https://www.facebook.com/odiowebrenfe) utiliza un proceso de pasos. Algo habitual en cualquier compra online.
Por ahora lo dejamos aquí, en un próximo post, trataré los 4 principios que aún nos quedan: Limitación de impacto de errores, reversión de las acciones, interfaz amigable, reduce la carga de memoria.
Pulsa aquí para leer la segunda parte del post
Fuentes:
http://prezi.com/douvwayd4v2i/ben-shneiderman/